Quizás no conozcas el término “Fast Fashion”, pero ya forma parte del modelo de compra en los países desarrollados. Vestir según las tendencias del momento es cada vez más complejo, ya que es muy difícil seguir el ritmo. A veces una prenda se compra para una ocasión especial y no se vuelve a usar, quedando olvidada en el fondo del armario.
Unos precios asequibles ayudan a que se hagan compras innecesarias o para un uso limitado. También hay que destacar que la calidad de estos productos cada vez es menor y esto hace que se quieran desechar en cuestión de meses porque se pierde el color o el tejido se ha dañado.
Después de la industria del petróleo, la más contaminante es la relacionada con la moda. Esto también se debe al ritmo frenético que han marcado las marcas de ropa, generado en los compradores la necesidad de tener que actualizar todas las prendas en función de las tendencias que se hayan marcado para la nueva temporada.
La mayor parte de los gases de efecto invernadero proceden de la fabricación, producción y transporte de ropa. En países como China o India, aún se emplea el carbón como forma de energía, siendo una de las más contaminantes.
Un dato sorprendente relacionado con la elaboración de prendas de vestir, es la cantidad de agua que se necesita para su creación. Por ejemplo, para unos simples vaqueros hacen falta 7,500 litros (desde el cultivo de algodón hasta su llegada a la tienda). En total se calcula que unos 93.000 millones de metros cúbicos de agua son destinados cada temporada a la creación de nuevos modelos de ropa.
Pero no hay que olvidar que la mayoría de la ropa usada acaba en un vertedero (alrededor de un 85%), siendo inservible a pesar de todo el gasto que ha supuesto su fabricación. Todos estos datos deberían hacernos pensar hacia dónde nos está llevando esta espiral de consumismo y qué medidas se pueden adoptar para su control.
¿Cómo se puede reducir este impacto ambiental?
La información que se publica en relación a la moda y la contaminación son cada día más alarmantes. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el sector de la moda es el responsable de generar más del 8% de emisiones de gases de efecto invernadero y el 20% de aguas residuales cada año.
Fomentar un consumo responsable puede ser la clave si nos enfocamos en el consumidor, mientras que en el caso de las empresas e industrias las opciones serían otras. Detallemos algunas de ellas a continuación:
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- Uso de materiales sostenibles
La búsqueda de otras materias primas más respetuosas con el medio ambiente es una de las asignaturas pendientes de los diseñadores. Aunque los precios de estos nuevos materiales pueden ser superiores, las múltiples ventajas que se obtienen son muy beneficiosas para luchar contra el cambio climático.
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- Apostar por el reciclaje
Son miles y miles de prendas las que son desechadas cada segundo en todo el mundo. Reutilizar prendas que ya no están de moda para darles una segunda vida, es una de las opciones más ecológicas.
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- Intentar eliminar las sustancias más contaminantes
Cada vez son más las empresas que se suman a eliminar ciertas sustancias durante sus procesos de elaboración de tejidos. Algunas de las sustancias químicas más tóxicas son los alquilfenoles, colorantes azoicos y compuestos orgánicos de estaño, entre otros.
¿Qué papel juegan los consumidores? ¿Pueden cambiar algo?
Si nos paramos a pensar qué podemos hacer los compradores para luchar contra el cambio climático, veremos que hay más opciones de las que en un primer momento puedan parecer. A continuación enumeramos algunos de los pequeños cambios que se pueden hacer en el día a día sin que esto suponga un problema.
- Evitar la compra excesiva de prendas de ropa solo porque estén de moda o por sus precios rebajados. Antes de comprar esa camiseta o pantalón nuevo, tendremos que preguntarnos si realmente la necesitamos o si verdaderamente solo la vamos a usar en una ocasión.
- Comprar en tiendas de segunda mano. La mayoría de la ropa que acaba en estas tiendas está en muy buen estado o incluso aún sin estrenar. Aparte de ser prendas más económicas, ayuda a evitar que se sigan desechando productos y crear otros nuevos.
- Apostar por los textiles que se han creado con materiales reciclados. Elegir prendas que se han fabricado con fibras orgánicas y en las etiquetas se indique que se ha controlado el uso de productos químicos.
- La ropa que ya no se quiera se puede donar a organizaciones o depositar en los contenedores especiales destinados para ello. Cada vez son más las empresas de moda, como el grupo Inditex, que apuestan por esta recogida de ropa y ofrecen en sus tiendas lugares donde se pueden depositar las prendas. Así la ropa tendrá una segunda vida como rellenos para colchones y sofás, o servir como tejidos básicos de donde se crearán las nuevas colecciones.
- No hacer un uso abusivo de las compras online. Tras la pandemia la población ha preferido hacer sus compras por internet debido a las comodidades que ofrece. Desde tu sofá puedes adquirir cualquier tipo de prenda y, en cuestión de días, estará en la puerta de tu casa. Esta nueva forma de comercio puede fomentar el conocido término ‘moda rápida’.